Una presentación

Habían transcurrido escasas horas desde su encuentro con Elian, quien ahora teniente del tercero escuadrón, en el dojo. Había querido ir a ver al capitán pero no se había atrevido en el estado que estaba tras la pelea. Cortes, hematomas y contusiones surcaban su cuerpo así como un intenso cansancio que le invadía la mente y le daba una pereza extrema. Con esas, había decidido ir a la enfermería del cuarto escuadrón y tras muchas quejas por parte de los enfermeros y asistentes, le habían curado mediante el reiatsu las heridas. Tampoco eran tan graves, había argumentado, pero seguía pensando que el peso de esa nueva insignia que lucía en el hombro había hecho más que mil palabras. Las ventajas del cargo. Ahora le tocaría sufrir las desventajas. Su reposo había terminado y con determinación se había presentado delante del despacho de su superior.

La puerta de madera tenía algo que le hacía echarse atrás. Los segundos habían pasado mientras la miraba con indiferencia pues las vetas de madera caoba no eran el problema. Lo que había detrás. Lo que significaba lo que había detrás y lo que iba a suceder. Una reunión de primero al mando con un segundo. Una reunión que prometía ser de altos vuelos. El primer encuentro de una larga lista. Chaos se mofaba de él en su interior, una vocecita que venía de lejos y que le decía que si eso le daba “cosa”, que mejor sería que hubiera nacido avestruz para enterrar la cabeza. Se tragó los nervios, y le hizo callar moviendo las manos.

Nock – Nock

El golpe de sus nudillos resonó secamente mientras el sonido se extendía por la sala contigua. Espero uno momento más, para abrir con deliberada lentitud la puerta y sacar parte de su cabeza, mirando al suelo y con unas palabras alegres presentarse. – Buenas tardes capitán, Alen Laertes se presenta. Quisiera pasar al despacho, si me da su permiso. – Esperaba que todo sucediera a la perfección y que pudiera mantener una relación digna con aquel ser de gran poder. Pocas veces había visto un capitán del Seireitei y menos el suyo propio. Era curioso pero pensaba que obviamente era debido a los distintos quehaceres que tenían. Él había sido un raso casi toda su vida y sus tareas eran más bien pocas. Pocas y sobretodo tediosas. Por lo que recordaba desde su despertar, matar Hollows, llevar mensajes y poca cosa más. La octava división como diplomáticos poca cosa más hacían. Así que espero la respuesta para poder pasar y continuar con lo que las consecuencias de su decisión le trajeran.

Una voz sonó en el interior, clara y concisa. Era bien recibido, o al menos, recibido. Con cautela abrió la pesada puerta dejando paso al despacho del, al parecer, hombre que era su superior. No se fijó en muchos detalles de la sala, sino que su visión pronto se situó sobre su objetivo de interés. Un hombre sentado en su silla, que lo miraba con también evidente interés. No cruzaron miradas de primeras, inspeccionando mutuamente al otro. Era un apuesto joven, de cabellos rubios, ojos azules y estatura indeterminada ya que estaba sentado. Su tono de piel era blanquecino aunque con la luz de la sala se hacía difícil de determinar. Igual que él, llevaba una indumentaria militar debajo de sus ropajes de Shinigami y de su haori blanco, que obviamente llevaría el símbolo del octavo escuadrón.

Se acercó con paso sereno a la mesa pero sin sentarse, mientras escuchaba las palabras del hombre. Había visto su insignia de teniente, y a la vez le preguntaba por lo que allí realizaban. Lo sopeso con calma. Las cosas debían seguir su curso natural. Así que los segundos pasaron lentos, perezosos mientras encontraba las ideas en su mente. No sabía si era una prueba ya que sabía de muchos capitanes que preferían elegir a su teniente personalmente y ese no era su caso. Así que finalmente empezó su corta retórica. – Primeramente, me gustaría presentarme. Soy Alen Laertes, y como dijo usted, soy o seré el teniente de la división siempre que lo apruebe. Un gusto de conocerle, capitán. – Sonrió levemente, con una mezcla de confianza y a sorna. Si le quitaban el título de teniente, con ello se irían las responsabilidades, así que no estaba especialmente asustado por ese hecho. Prosiguió con la segunda parte mientras gesticulaba levemente con las manos y empezaba a mirar a los ojos de aquel hombre. –  Le seré franco. Desde que tengo memoria he sido miembro del octavo escuadrón, pero mis tareas han sido bastante reducidas. Matar Hollows y realizar tareas de vigilancia eran mis principales motivos de trabajo, y quizás alguna aventura por el Rukongai he corrido, sí. – Era la más pura verdad, innegable y su propio carácter y manera de expresarse casi le daba un tono que sonaba a interesante, cuando en el fondo era un aburrimiento. – Según tengo entendido nos dedicamos a realizar misiones diplomáticas pero por ahora solo he sido capaz de realizar “contactos” un poco más sangrientos, espada contra mascara, ya sabe… – Dejó la frase al aire, flotando con parsimonia y esperando que le dijeran algo. Las entrevistas eran su punto fuerte, aunque el corazón latiera deprisa eso solo le daba más ganas de pensar, de causar impacto, sensación. La gracia del “cambio” estaba en causarlo, no en verse afectado por él y luego tener que reaccionar, pues ya era demasiado tarde.

Momentos más tarde de finalizar su plétora, el capitán se levantó con tranquilidad. Parecía hecho de piedra, del más duro granito pues no dejaba entrever nada de nada. Su lenguaje corporal era a falta de definirlo mejor, inexistente. Pero eso pronto tendría su explicación. Una larga explicación sobre las funciones reales de la octava división. Unas funciones que pronto, la mente de Alen junto a Chaos, se apresuraron a catalogar como algo similar a lo que acabaría diciendo. – Es decir que somos la rama armada de la diplomacia del Seireitei. Tanto para las familias nobles como para el Gotei, en pos del beneficio de la Sociedad de Almas. – Paró deliberadamente, mientras su mente esgrimía un poderoso argumento.  De hecho dos. No tenía reparos en decirlos delante de ese hombre. Él no iba a ser un teniente faldero y en esa circunstancia tenía clara que la mejor manera de proceder era decir lo que pensaba. – Y, ¿los intereses de la Sociedad de Almas, de quien parten? ¿Quién crea esos intereses? ¿La cámara del cuarenta y seis? Tsk, parece que somos el escuadrón idóneo para ser unos cambia capas cuando se necesita, representado aquello que nos conviene. Pero estoy familiarizado con el Caos, con el cambio, así que no me preocupa en exceso nuestra lealtad, pues es para y solo para la Sociedad de Almas en su conjunto, ¿no? – Terminó con otra de sus brillantes sonrisas, solo que esta tenía un tono más pícaro y jovial, dejando claro que le encantaba ese juego de políticas, y al parecer de intrigas detrás de las cámaras.

Se movió unos momentos para darle la espalda al capitán unos segundos y mientras empezaba a caminar, andar por el espacio del despacho, como si fuera un detective en plena sesión de introspección. – De hecho, partimos de la base que la Diplomacia fallará. Somos guerreros disfrazados de políticos. De seres con doble moralidad, pero eso nos da ventaja. Interesante planteamiento. Uhm – Dio varios pasos más antes de dar media vuelta y volver a empezar. – Creo que ya veo de que va todo esto. "Cold War". Leí sobre ella recientemente. Estamos preparados para la batalla. Somos el ministerio de la paz para los asuntos de la guerra. Somos los encargados de mantener las relaciones diplomáticas, pero somos… – se paró en su andar, en su hablar para mirar a los ojos del capitán con severidad, una severidad inusitada en alguien que se había mostrado tan alegre y jovial hasta el momento. Sus ojos relampaguearon intensamente, sus labios se curvaron para dejar salir el aire: – los primeros en golpear. ¿Me equivoco, capitán? – Por una vez parecía que el entorno se había vuelto frío, como si reaccionara ante aquella declaración. Alen espero, pensando que sería lo que su capitán tenía en la sesera.

Aquel capitán cada vez le caia mejor. La conversación era fluida, ligera y agil, con intercambios costantes de altos niveles de pensamiento. Además se había formado la idea correcta de la situación y estaba encantado con ella, incluso su espada, reticente a todas aquellas cosas parecía alegre, aunque era dificil seguirle el hilo. Les encantaba la manipulación, la mente sobre el cuerpo. Nunca había destacado por su potencial fisico, pero sus habilidades tacticas eran incriebles. Y cuando escuchó la palabra "guerra mental" estalló en un carcajada salía de lo más hondo de su ser. Fue una risa cristalina, alegre y de pura joia. Él, que disponía de una de las mejores zampakutohs centrads en el manejo de las ilusiones, alteraciones de la realidad disponibles en todo el Gotei, había terminado en la división destianada a manejar ciertos hilos del destino. Incluso en algunos aspectos eran superiores al comandante. Que ironias de la vida.

Pronto terminó de reir, todo diciendo al capitan: – Disculpe, ha sido sin querer por sus palabras. – pero no añadió nada más al respecto. Lentamente se fue calmando, dejando que su respiracion volviera a su cauce habitual. Su mente de nuevo volvia a funcionar en la dirección correcta, pero para él ya estaba cerrado ese asunto de sus objetivos. Y parecía gustarle a su superior así que dicidió avanzar un poquito. – Por cierto, aún no se ha presentado, señor. Sé que es el capitán de la octava división, pero me gustaría saber su nombre. – Era un hecho totalmente cierto. Había entrado por la puerta, había charlado animadamente con él, pero ese pequeño formalismo había pasado por alto a ambos hasta ese momento. También prposiguió con otra pregunta, la definitiva: – Asimismo me gustaria saber si cuenta conmigo para ser su mano derecha, el segundo de abordo. Su teniente. Y de ser afirmativo, si dispone de alguna faena para poder empezar cuanto antes con mi deber para con el escuadrón y la Sociedad. – Le guiño un ojo cuando mencionó la palabra "Sociedad" en referència a lo que habían charlado hacía nada. Estaba claro que iba a ser divertido. Ser un dipolmatico guerrero parecía ser una cosa para la que haía nacido. De caracter abierto, levemente alegre, siempre causaba buenas impresiones a los demás. Más eso no significara que fuera una persona estanca, sino que siempre pensaba, buscaba y cambiaba en pos de sus intereses y necesidades. Una cara bonita, una sonrisa atrayente, una mente aguda y una espada lista. La combinación perfecta, explosiva que había encontrado un cargo digno de ella. Espero pacientemente.

La respuesta fue contundente. Coronello, que así era como se llamaba el capitán, le dijo que estaría encantando de tener a alguien como él para el cargo de teniente. Su cara se iluminó levemente mientras otra parte de él se ensombrecía. La responsabilidad era ya inevitable. Era digno de ella. Pero lo que traspassaba al exterior, lo que más le impreganaba y lo más relevante era la alegria por encima del peso del deber. Atinó a decir, con una seguridad tan intensa como su alegria: –  Muchas gracias capitan Coronello. – Quería decir algo más pero su superior continuó con su charla, expresando el trabajo que tendría por delante. Era sencillo a primera vista, pero habría mucho más detrás. Seguro. Debía empezar por hacer los deberes y llevaba un retraso importante. Revisar, estudiar y posiblemente presentarse a las familias nobles como enlace. – Comprendo. Interesantes deberes me llevo a casa. Con su permiso, me pondré a ello ahora mismo. – Le tendió la mano, espero que se la estrechara para dando media vuelta, dirigirse a la puerta y salir directo a los archivos y biblioteca del escuadrón. Mirando el lado bueno, no era un trabajo físico, era puramente mental. Aunque como había dicho su capitan. Debían ser los primeros en golpear, así que tampoco debería descuidar su potencial guerrero. Antes de salir, enmarcado bajo la puerta, dió un ultimo vistazo para decir: –  Un placer, capitán. – Finalmente salió.