New Old Times II

No tardó demasiado en llegar delante de la puerta del despacho de su capitán. Había pensado largo y tendido sobre las últimas palabras del guardián de la puerta, Hibari. Seguramente tenía razón en lo que le había dicho, pero no era nada nuevo. Como miembro de la división de diplomacia sabía que las palabras eran una herramienta tan útil, o más, que las espadas. Pero su capitán le había instruido bien ya desde la primera vez. Ellos estaban en medio de todo el meollo y su propia presentación era, en parte, una pantomima que formaba parte del juego. Un juego en el que pronto destacaría y a poder ser ganaría. Mover los hilos del destino, de las personas y de los actos no era tarea fácil, pero habia maneras y había empezado a dominarlas. Así que de nuevo estaba delante de la madera contemplándola con ojos vacíos. Como era habitual llamo con los nudillos para producir esos dos “nock – nock” característicos, su forma especial de llamar al capitán. Entreabrió la puerta acto seguido, también como era su costumbre. – Laertes, capitán. Seguramente ya sabrá de la tarea que me han asignado, vengo a por los detalles. – dijo desde el umbral. También como siempre esperaba que le dejaran entrar. – ¿Puedo pasar, mi Taicho? – remató con voz alegre.

La situación fue cuanto menos rara. Su Capitán estaba harto extraño y parecía preocupado. No le dejó entrar sino que se acercó para darle una nota envuelta en un sobre junto a un aviso verbal. - Entendido -  alcanzó a decir Alen también en un susurro inaudible para nadie más que no fuera su interlocutor.

Tras eso y saber su destino cerró la puerta y enfiló hacia el bar. Meditabundo.